El mundo de la fiesta no se abstrae del mundo real, un reino donde la búsqueda de los placeres y la sexualidad forman parte importante de la cotidianeidad de los usos y costumbres desde tiempo inmemorial. Basta con recordar las diferentes mitologías universales, o los textos clásicos griegos, para poder afirmar que la lubricidad de las conductas humanas forma parte de la sociedad desde siempre. Pero en este viaje al mundo fallero no hablaremos de erotismo, o de la libido freudiana, no. Hablaremos de "bacores" (brevas), de "birles" (bolos), de rubicundos ninots de señores de buen ver, de destape y de todos aquellos elementos constantes en el mundo de la fiesta que despiertan el gusto de la voluptuosidad y lo lascivo. Porque, al fin y al cabo, la fiesta es llama, la llama es pasión, y la pasión trae consigo siempre extraños compañeros de cama.

Chusep Bernat i Baldovi, "el sort (sordo) de Sueca", es uno de los estandartes de esa literatura satírica que desembocó a finales del siglo XVIII en lo que hoy conocemos como poesía festiva. De hecho, él es el creador del arte de explicar en verso la relación de todo lo que cuenta el monumento, es decir, el llibret. Y precisamente el primer llibret tenía múltiples connotaciones sexuales ya presentes en su mismo título, "El conill, Visanteta i don Facundo (El conejo, Vicentita y don Facundo)", falla plantada en la Plaza del Almudín en 1855 y que hablaba, obviamente, del "conejo" de Visanteta, y de cómo el hecho de querer vendérselo a un lechuguino de la ciudad y la consecuente disputa por el precio los hizo merecedores de arder en la hoguera. Ácida y pícara crítica de la prostitución en vía pública con "conejito" de por medio.

Después de Visanteta llegarían versados de la mano de Bernat i Baldovi otra pareja al Almudín, Colau y doña Inesilla. En este caso no había animal de por medio, sino una cesta de huevos y "el nap mes gros i polit de tot el seu bancal (el nabo más gordo y lustroso de todo su campo)"; el de Colau, se entiende. Sobran las palabras.

El hecho de que las fallas retrataran conductas directamente entroncadas en el mundo de las relaciones íntimas constata el gusto durante finales del siglo XIX y principios del XX por afear públicamente las conductas de algunos vecinos, consideradas por el barrio como indecorosas o indecentes. De ahí surgieron famosos catafalcos como los de "El corb i la muixquereta (El cuervo y el arandillo)", "Dos pollastres i una pollera (Dos pollos y una pollera)" o la celebérrima "La creu del matrimoni (La cruz del matrimonio)", falla plantada en Sueca y cuyo llibret fue considerado por el arzobispo Mariano Barrio Fernández como un texto que "zahiere, ridiculiza y alienta a la impureza, a la lascivia, sombrando la desconfianza para con la mujer y queriendo alejarla del matrimonio". Herético, impío, obsceno e inmoral fueron otros de los calificativos empleados. Vaya como ejemplo un pasaje del llibret:

Y así siguió la poesía festiva echando pimienta a la sal del artesano, ya que si en algunos casos el poeta no observaba, a su juicio, sátira alguna en la escena, ya se ocupaba él de adobarla, sobre todo, de conceptos picantes y atrevidos.

Cuando no era el texto era el propio auto representado, es decir, la falla en cuestión, la que levantaba ampollas; por ejemplo, el caso de la Margot en la Plaza del Collado. Y si hablamos de la Margot, hablamos de sicalipsis, una palabra procedente de las griegas "sikon" y "aleifis", o lo que es lo mismo, de higo y frotar, destinada a designar los espectáculos de contenido erótico y atrevido. El cuplé, género sicalíptico por antonomasia, fue el protagonista en 1912 de aquella falla, en concreto de la famosa artista Margot; y el escándalo que provocó el catafalco consta en todos los libros de historia fallera.

¿Podríamos decir que el monumento fallero también es sicalíptico? No, pero sí que precisamente de la sicalipsis se sirve para crear en el espectador el divertimento y la risa, cada artesano con su cuota de riesgo en la composición, lo sutil de la forma o lo conveniente del fondo. Eso sí, mujeres con pechos de tamaño exorbitante, náyades, proxenetas y hombres con un ligero problema de tamaño en la entrepierna los ha habido y los habrá siempre.

La forma en la que los artistas falleros han retratado el sexo y el erotismo en los catafalcos falleros resulta un interesante tema de estudio; desde el lenguaje soterrado emboscado tras la máscara de lo trivial, al sexo explícito y las escenas rayanas en el mal gusto, el sentido más impulsivo de la Humanidad se ha visto satisfecho en demasía.

El sugerir es quizás la cualidad innata del erotismo; y sugerir, no mostrar, es el arte que se dominó en el mundo de las fallas durante los años de la censura y antes de ella, cuando la censura era la que realizaba de forma silente una sociedad siempre debatida entre dos aguas.

Así, las escenas durante años presentaron como actores a simples "tomatas", "figues (higos)" y "birles", o lo que es lo mismo, bolos, como los que colocaba una criada agachándose en un parque público mientras los "bolos" de una pareja de ancianos hacían lo propio ante tamaño espectáculo; una escena realizada por Salvador Rubio en 1945 para la falla En Bany - Ángeles - Maldonado.


Caracoles, globos, longanizas, pepinos, melones, clóchinas, cigalas, huevos, habas y plátanos sirvieron para representar, dentro de contextos puramente satíricos y deformando sus dimensiones, los órganos sexuales masculinos y femeninos, mientras los cepillos, las zambombas y el inglés, entre otros idiomas, eran eufemismos referidos a diversas prácticas sexuales. Todos estos elementos siguen vigentes en la actualidad, combinados con lo explícito de la desnudez, y demás hierbas llegadas desde los años setenta.

Robustas amazonas salidas de algún número del magazine francés "Metal Hurlant" o auténticas montañas de músculo al más puro estilo de ilustradores como Richard Corben o Frank Frazetta, invadieron las fallas de mediados de los ochenta con su combinación de rotundidad física y sexualidad ambigua; y ya a finales del siglo, debido en gran parte al refrito y la decadencia de algunos viejos moldes, la erótica generalizada en las fallas decayó en cuanto a calidad artística.




Y cómo nos ponen, señores, a cada uno de forma diferente; erótica como pocas, la fiesta fallera ofrece al consumidor todo un conjunto de imágenes que se relacionan directamente con la sensualidad femenina y el fetichismo; el erotismo está en la fiesta y es parte importante.

Echemos la vista atrás y volvamos por un momento al monumento fallero; innumerables han sido los catafalcos que han sido dedicados total o parcialmente al mundo de las bajas pasiones. Pero para este viaje a las entrañas de lo lascivo nos centraremos en varios ejemplos que ponen de manifiesto cómo el buen gusto, el saber hacer, la profesionalidad, el arte, las fallas, el sexo, y el erotismo, saben y pueden ir cogidos de la mano.

El artista Ramón Espinosa y la comisión de la falla L'Antiga de Campanar entraron a formar parte de la historia fallera con el monumento plantado en 1989, Primer premio de Especial y todo un orgasmo de felicidad fallera; pero además, el premio se consiguió con una falla que no dejaba a nadie indiferente. "L'Eroticrónica" presentaba el erotismo como núcleo central y motor de la vida, rematada por las caricias de una serpiente con cuerpo de mujer hacia una joven, situación repetida en una de las escenas, el beso entre una harpía mitológica y una dama completamente desnuda.

Ya en 1987, Espinosa plantó para la misma demarcación otra falla de alto contenido lúbrico, que también se alzó con el oro, esta vez en la 1ª A.

Otro ejemplo podría ser "El somi vert (El sueño verde)", plantado por Miguel Santaeulalia en el año 1992 para Na Jordana; la falla, que partía de una premisa ecológica y comprometida, aprovechaba el color verde para mostrar escenas de tinte erótico, caso de la que presentaba al David de Miguel Ángel y a la Carmen de Benlliure, figuras utilizadas para las fallas de la plaza del Ayuntamiento firmadas por Martínez Mollá (años 1991 y 1992); lo curioso de la situación era la gráfica expresión de la mujer ante los enormes atributos de la estatua, que ya fueron tema de comentario social en su momento.

Además de las figuras, todas las noches se añadía otra escena al conjunto, un striptease en vivo que hacía las delicias de los espectadores. Y por si esto fuera poco, la demarcación recibió la visita de la estrella del cine porno Ilona Staller, la celebérrima "Cicciolina"; sorpresivamente, su representante llamó al casal de la comisión y les comunicó la intención de la actriz de visitar la falla; dicho y hecho, llegó, vio la falla, se sacó un pecho, y causó expectación.

Como anécdota, hay que señalar que el llibret de aquel año se acompañó de un "Eroticnari (Eroticnario)" de términos sexuales, surtido de preservativos de sabores variados.

Por último dejaremos sobre la mesa un canto festivo al fetichismo, el cuero y la disciplina inglesa; Palleter-Erudito Orellana planteó en el año 2000, con su inconfundible estilo, una celebración del sadomasoquismo fallero con "Si, si, pero m'agrá (Sí, sí, pero me gusta)". En el catafalco, presidido por una explícita escena de dominación, se podía ver lo sádico del peinado de valenciana; el placer que produce sufrir por el "palet" y una referencia a la Junta Central Fallera; latigazos de sátira para mentes calenturientas.